June 19, 2023

Sobre triunfar contra corriente, la disciplina y aprender para reinventarse | Ernesto Contreras | 292

Ernesto Contreras es un director de cine de origen mexicano. Entre sus obras se encuentran películas como “Sueño en otro idioma” y “Párpados azules”, su primer trabajo y que lo hizo ganador de un Ariel en la categoría mejor ópera prima. Además, ha trabajado en series de televisión como “El Chapo” y “Falco”.

Su última película, “El último vagón”, se estrenó a finales de mayo de este año en Netflix.

En este episodio hablamos sobre:

-Asumirse como creador

-Adaptarse y mantenerse vigente

-Ir contra la corriente de lo mainstream

-El equilibrio de la vida laboral y personal

Existe una forma de ahorro que te ayuda a tener una preocupación menos: la nueva cuenta Nu que despierta tu dinero. Entérate cómo en www.nu.com.mx/cuenta

Regístrate al SietedeSiete, un newsletter semanal donde puedes encontrar los mejores recursos, videos, artículos y herramientas que te ayudan a abrir la mente y llevar tu vida al siguiente nivel.

DEMENTES Podcast: @dementespodcast

Diego Barrazas: Instagram & Twitter

Learn more about your ad choices. Visit megaphone.fm/adchoices

 

Sigamos la conversación, cuéntame qué te pareció este episodio en redes sociales:

DEMENTES Podcast: @dementespodcast

Diego Barrazas: Instagram & Twitter

Transcript

Diego: Me llama mucho la atención que desde el primer año que estabas estudiando cine te cayó ese cambio de mentalidad de “soy director”. Mencionaste que Raúl Zermeño, si no me equivoco, fue el maestro que te dijo que para poder hacer esto hay que cambiar el switch y tal, y que para ti fue un cambio, una vez que hiciste eso, cambió todo. ¿Qué cambió? ¿Qué cambió en ti? ¿Qué cosas viste diferente? ¿Qué cosas empezaste a abordar de una forma distinta a como lo hacías antes?

Ernesto: Creo que cuando entré en el CUEC a estudiar cine, en la UNAM, era, bueno, una gran emoción procesar ese privilegio, había una entrada de 15 alumnos por año en ese momento, y ya que estaba elegido para ser uno de esos 15, tratar de entender y de alimentarme de absolutamente todo. Y cuando justamente Raúl Zermeño, que era mi maestro de dirección de actores en alguna clase, era un maestro muy tremendo porque era bastante regañón, bastante estricto, duro, era un perro, perrísimo, pero aprendí muchísimo. Y luego actuó en mi tesis, lo tuve como actor y de pronto en algunos ejercicios dijo eso, “mientras no te la creas, mientras no sepas que puedes ver el mundo de otra forma, entonces no va a funcionar”. Tienes que asumirte como un creador y tienes que vivir como un creador, lo cual puede sonar un poco pretencioso, pero tenía toda la razón. Y justamente fue eso, como decir, siendo un estudiante de cine, “entonces ¿qué tengo que observar? ¿Qué tengo que ver? ¿De qué me tengo que alimentar? ¿De qué me tengo que nutrir? ¿Qué me puede inspirar?” Y eso fue justamente para mí un inicio de un proceso de mucha búsqueda, de estar todo el tiempo con esa hambre de encontrar esa historia que quiero contar, ese personaje que quiero retratar.

DB: ¿Pero cambió tu forma de abordar el mundo o de abordar incluso a las personas con las que trabajas en el día a día? El decir “esto es lo que quiero hacer”, el asumirte como director... O sea, si hubiera un ejemplo de “mira, antes, yo andaba por la vida así o veía así las cosas y una vez que dije soy esto, cambió”.

EC: Creo que, bueno, por un lado, sin perder el piso, porque es muy fácil perder el piso, me parece que sí tienes que asumirte, saber que tienes que ser un líder, saber que debes tener la disciplina y la claridad y la pasión para emprender cada uno de los proyectos. Lo menciono porque finalmente para mí, o sea, la vida finalmente es filmar y es hacer las películas, por supuesto, las series también de alguna forma, pero todo tiene que ver con eso. ¿Qué cambió? Finalmente te das cuenta de que tienes que inspirar a los demás, que tienes que involucrarlos, motivarlos, decir “es que esta es la película que tenemos que hacer por esto, por esto, por esto, por esto”. ¿Cómo lo haces? Al principio, cuando hice mi ópera prima, pues era como con mis socios, amigos queridísimos y no tenemos idea y era como aventarnos al barco, era aventarnos al vacío y ver cómo conseguir el dinero, cómo convencer a los demás, como una actriz…

DB: Y ya tenías muchos cortos.

EC: Tenía muchos cortos, pero los cortos finalmente eran con apoyo de la escuela o con algún concurso con apoyos. Pero ya el debut, digamos, al largometraje, pues implicaba palabras mayores, una gran responsabilidad de mucho dinero y de que sobre todo la gente confiara en eso que yo estaba viendo con una historia, además, en el caso de Párpados azules, que me decían “sí, pero es como aburrida, pero no pasa mucho, pero estos personajes qué aburridos, que grises, que mediocres”, y pues ese era el chiste justamente, entonces era como convencer a todos de eso. Y creo que es eso, a partir de eso decir cómo contagiar ese entusiasmo por lo que quiero contar.

DB: ¿Siempre fuiste así de niño? O sea, como esta persona líder y esta persona de vamos a hacer tal cosa y mover a la raza, ¿o no?

EC: Yo creo que sí, yo creo que sí… Humildemente

DB: Pues es lo que haces.

EC: Creo que sí... Me recuerdo siempre como inventándome proyectos, haciendo teatro desde la secundaria, la prepa. Me inventaba ahí mis numerazos en el Puerto de Veracruz y lo mismo, como convencer a todo el mundo en una escala muy pequeña, pues, pero digamos que desde el momento en que descubrí que existía la figura del director de cine, decir “eso es lo que yo quiero hacer” pues nada, pues tienes que ponerte esa camisa y convencer a todos de que es posible y de que te crean y de que no estás loco. 

DB: Sí, que no vas a hacer que todo mundo pierda su tiempo, su dinero y sus cosas. Pero a ver, regresando a esta parte de la infancia, ¿cuándo te acuerdas que fue la primera vez que realmente pusiste de acuerdo a un grupo de gente para hacer algo, ya sea una obra o alguna cosa? ¿Tienes la memoria de cuando fue esta primera vez y qué pasó?

EC: Sí, diría bueno, en la escuela, trabajos de equipo y demás, pero artísticamente hablando, que me parece que es como el antes y después… Con mis padres venía de vacaciones a la Ciudad de México, básicamente a ver teatro, museos y cine, cosas que no llegaban al puerto.

DB: Perdón que te interrumpa, pero tus papás ¿por qué venían? O sea, ¿por qué querían venir acá y por qué te llevaban a esas cosas?

EC: No tengo la menor idea. Les estaré eternamente agradecido. Mi mamá es maestra de primaria, mi padre es contador público, así que nada que ver con la artisteada ni con la creación, nada, nada, pero se les ocurría que las vacaciones eran ir a ver teatro al DF, en aquel entonces.

DB: Qué visión.

EC: Muy ingenua quizá, o sea, sin ninguna intención como de “vamos a formar este niño”, lo mismo en el puerto, como que si había algún ciclo en el Museo de la Ciudad o demás. Vi muy chiquito Ciudadano Kane, La naranja mecánica y de pronto no entendía nada, pero era como “ok, ¿qué es esto? ¿Qué es esto que no pasa en la televisión?” Y lo que pasaba con esos viajes era básicamente inspiración, inspiración, inspiración, es decir, “yo quiero hacer eso, ¿cómo le hago?” Pues me regreso a Veracruz, a la escuela y con mis compañeritos, “¿cómo le hago?” Y entonces, creo que a tu pregunta, es de esos momentos en los que era como “ok, a ver, a ver, amigos, me encantaría que hiciéramos esto, juntemos dinero con los papás, con las mamás” y creo que fueron las primeras veces y sobre todo esa sensación de generar algo que se pudiera compartir con un público y que pudiera haber una reacción, en aquel momento del teatro, pero es eso como finalmente asumir la responsabilidad de tomar el timón y decir “olé, vamos”.

DB: ¿Te acuerdas que pusiste esa vez?

EC: Sí, me da un poco de pena.

DB: A ver, a ver.

EC: La primera obra que dirigí se llamaba Diferencias, quién sabe de quién. No sé cómo llegó ese texto a mis manos, pero era una comedia muy chiquita, creo que española, como con cuatro o cinco personajes y había un personaje ciego y una persona, una chica sordomuda y así como que de eso hablaba Diferencias. Y nada, lo hicimos ahí disque de época con tres centavos, pero era como la satisfacción de decir “lo podemos hacer”. Después me puse a hacer musicales en la prepa, me inventé una versión de Evita, porque había visto Evita en un viaje que me mandaron mis papás, con todos los sacrificios del mundo, a Londres a estudiar inglés. Y nada, Evita fue así como una cosa que me deslumbró por completo, la obra de Andrew Lloyd Webber, en su primera puesta en Londres, y dije “quiero hacer eso en Veracruz, a ver cómo”. Y luego la pusieron en México. Hicieron una versión con Rocío Banquells y no me acuerdo quién más. Y entonces fue como “muy bien, pues ahora sí pongámosla en Veracruz”. Y nada, hay unas fotos perdidas por ahí, era muy, muy, muy, muy modesto, obviamente, pero pues muy emocionante, muy estimulante, muy motivante decir “esto es lo que yo quiero hacer” en aquel tiempo, viviendo en Veracruz, que bueno, Xalapa era y sigue siendo un centro cultural importantísimo de teatro, de danza, de música y demás, entonces en un primer momento era como decir “creo que quiero estudiar teatro en Xalapa”. Después apareció el cine y ya todo cambió.

DB: Sí, pero era como que la posibilidad existía, como “hasta aquí es a lo que puedo aspirar porque es lo que está en mi entorno”. A ver, pero ahorita le haces como que no “pues hice musicales”, pero a ver, todo eso fueron tablas para que cuando entras a hacer cine o a dirigir cine no empezaras de cero, o sea, no empiezas con “bueno, pues es mi primer cortometraje y a ver cómo se le habla a la gente”. O sea, ya traías algo de ventaja. ¿Era normal en esta generación que entró que ya viniera haciendo eso muchas veces o eras un caso un poco atípico?

EC: Bueno, fue un poco atípico porque… El trato con mis padres fue “sí, cine, pero estudia algo normal, estudia algo que te dé de comer”.

DB: Sí, algo que te deje dinero.

EC: Y en ese momento la opción fue estudiar publicidad, licenciado en publicidad, lo cual básicamente era la oportunidad de salir del Puerto, venir a la Ciudad de México, que me interesaba muchísimo y bueno, conocer un poco el medio, cómo funcionaba y demás. Y el primer año de la escuela, de la carrera, un compañero me dijo “oye, pues estoy trabajando en Televisa, ¿no quieres venir el sábado? Vamos a grabar un programa”. Y yo le dije que obvio, por supuesto. Y nada, voy a Televisa San Ángel y me encanta esta cosa de la grabación, el foro, Yuri cantaba y entonces dije “qué interesante, ¿cómo le puedo hacer para entrar? ¿Qué necesito hacer?” Y me dicen “pues mira, ve con Perenganito ahí, pregunta al productor tal, no sé qué, no sé qué”. Y eso fue un sábado y el lunes ya estaba ahí en Televisa.

DB: ¿Acordaste un tipo de sueldo o fue “yo lo voy a hacer porque quiero aprender y lo que sea está bien”?

EC: Bueno, me presenté, fui a tocar puertas, en una producción me habían dicho “ok, sí, ve, carga, sube y baja”. Primero entré con un productor que se llamaba, con el que estuve algunos meses y no se produjo nada nunca, pero bueno, me dio la oportunidad de entrar a la empresa tal cual como freelance, y en la oficina de enfrente iban a comenzar una telenovela que se llamaba Pasión y poder y me dijeron “oye, allí están buscando asistentes”. 

DB: Perdón, pero ¿qué te pedían? 

EC: Ganas, que fueras un esclavo, que estuvieras dispuesto a lo que sea. Pues bueno, seguía con la escuela, estaba también ya en la telenovela, y una anécdota que me encanta compartir y que casi no lo he hecho, es sobre mi primer día de grabación, emocionadísimo sin poder dormir, estaba en la producción increíble, en una telenovela con Diana Bracho, Enrique Rocha, Carlos Bracho, Paulino Rubio y muchos más. Y primer día a las 7 de la mañana “bueno, ya estoy aquí”. “Ah, muy bien. Mira, agárrate esa máquina de escribir, llévatela al foro porque la van a usar en la escena”. Y llevo la máquina, un maquinon, llegó al foro y justamente ese día estaba renunciando el continuista de la telenovela. Y entonces hay un gran pleito, drama, no sé qué. Y entonces dicen “¿qué hacemos, qué hacemos? Tú, tú eres el nuevo”. Yo no tenía ni puta idea de qué tienes que hacer, pero yo digo “sí, como no, por supuesto”. Y entonces “bueno, ahí está tu cámara polaroid”, era una cámara polaroid para tomar vestuarios y demás, “ahí están los guiones, los libretos y tal, suerte”.

DB: Para quien no sepa, esa chamba es el que se encarga de que no pasen estos accidentes de que un día fue con una camisa de un color y luego otro, o en la toma uno sale con el botón abrochado y luego desabrochado, todo ese tipo de cosas.

EC: Pero claro, en aquel tiempo, las telenovelas o por lo menos esa, tenían como 200 capítulos y tenías que llevar continuidad de vestuario, peinado, maquillaje, las uñas, los aretes, la corbata, traje, el saco, el no sé qué, no sé qué, no sé qué, o que el actor a veces no tan disciplinado llegara y preguntara “¿de dónde vengo? ¿Qué me pasó?” “No, pues aquí se murió tu mamá, no sé qué, no sé qué, estás muy triste”. Entonces fue un súper aprendizaje. Y bueno, fue un trabajo en el que aprendí de todo, pero me interesaba más asistir dirección y tuve…

DB: ¿Cuánto tiempo estuviste haciendo esto?

EC: No, estuve nada más una sola telenovela, que fue esa.

DB: No, pero es un montón de episodios.

EC: Sí, muchos meses y demás. Y fue una novela muy exitosa y bueno, como que…

DB: Y en general en las novelas el ambiente es pesado, es muy intenso el ritmo y la exigencia, ¿no?

EC: Y en aquellos años, te hablo de finales de los 80, pues lo que pasaba en la televisión, en el Canal 2, el país entero lo veía, el país entero se paralizaba, entonces era como el momento. Y después, bueno, me interesaba mucho asistir dirección. Tuve la oportunidad de asistirle a Miguel Córcega, a quien considero un gran maestro, de mis maestros principales. Y a tu pregunta es justamente eso, que con Miguel Córcega fue como ese trato con el actor, con la actriz de no tener miedo, porque muchos compañeros al principio tienen como ese temor de “¿cómo lo voy a decir? ¿Cómo lo voy a pedir? ¿Cómo digo que está mal?” Y eso es como un trato y una mística, una estrategia para comunicarte con ese ser tan especial que es el actor o la actriz. Entonces, cuando llegue al CUEC, pues obviamente no es que ya me las supiera todas, pero obviamente tenía ahí una ventajilla, digamos, para hacer mis cortos y demás.

DB: A ver, ¿y tus papás estaban enterados de todo esto que estás haciendo? O sea, porque tú fuiste con la idea de publicidad, pero estabas haciendo cosas fuera ¿cuál era la conversación con tus papás en ese momento?

EC: Siempre me apoyaron en absolutamente todo, incluso con lo del cine, siempre me apoyaron, pero me pusieron esta condición. Y luego, bueno, como te decía, en aquellos años que todo el país estaba pendiente de las tales telenovelas, digo tales con todo respeto, pues además porque era un momento muy particular de la televisión en México, y en el momento, recuerdo perfecto, que tuve mi primer crédito al aire así de continuista, pues obviamente era como un gran logro. Vamos, como decir “bueno, vamos a creerle a este chico que está ahí haciendo la lucha”. Entonces siempre tuve su apoyo incondicional de ellos y de mi hermano, claro.

DB: ¿Tenías en ese momento la certeza de cómo se hacía para poder ser director de cine? ¿O cómo veías en ese momento? Porque hay una cosa es decir “me siento director de cine, me dijo mi maestro que me la creyera, me la creo, me siento esto, ya estoy en la ciudad donde pasan cosas en México, la ciudad donde más probabilidad tengo de que algo suceda y ya he estado metiendo mano en algunas producciones, algunas cosas” pero de eso a decir “bueno, ya sé cómo va a ser para mi primera película”, ¿Cómo proyectabas las cosas? Porque no hay un camino específico, no es que llegues con tu diploma y “ahora sí ya, dénme una película”.

EC: No, no, me regreso a los cortos. Creo que… O sea, en primera, yo creo que algo importante, y lo digo muy humildemente y muy de corazón…

DB: No seas humilde, no seas humilde.

EC: Lo soy, lo soy. Creo que la primera vez que presenté mi primer corto públicamente, es un corto que se llama Sueño polaroid, y que lo hice a partir de mis experiencias justamente en la televisión, es la historia de una mujer que va a hacer casting para una cosa y entonces la humillan terriblemente, en el momento en que vi que ese corto de cuatro minutos, que es silente, funcionaba y provocaba risas, aplausos y reacciones y demás, dije “ok, yo creo que se puede, yo creo que algo estoy descubriendo por ahí”. Mi corto de segundo año, que se llama Ondas hertzianzas, es un corto muy lindo, inspirado en un cuento de  Robert Sheckley que se llama El caballero de la armadura gris, es un corto que yo califico como de ciencia ficción, digamos, con tres pesos, pero de ciencia ficción. Y fue un corto muy exitoso en festivales, con premios y demás y mucha repercusión como en la generación de mis compañeros, en las escuelas y demás. Y entonces en eso empecé a sentir alguna forma que tenía algo que decir, que sentía que sabía cómo podía decirlo y que tenía algo que aportar y que de alguna forma, volviendo al maestro Zermeño, tenía que creérmela.

DB: ¿Pero te sentías…? O en ese momento la gente a tu alrededor, Me refiero en la escuela o en la universidad, ¿te veían como “es el wey que va a hacer algo” o te veían como el qué se cree? ¿Cómo sentías la percepción y cómo eso te jugaba a favor o en contra? Porque a todos nos ha pasado de pronto que “es el que es bueno para declamación” y entonces sientes la presión “tengo que hacerlo bien porque todo mundo cree que soy el bueno y tal”. ¿Cuál era tu percepción en ese momento de tu posición en ese ámbito escolar?

EC: Yo creo que comencé a ganarme credibilidad cuando entré al CUEC y soy “el chico de Televisa”, “no, no me digan así, por favor, ya no soy el chico de Televisa”. Y después era como “pues soy el estudiante de dirección que hace estos cortos y poco a poco…”

DB: ¿Eras medio rockstar? No en cuanto personalidad, sino en cuanto a que decían “ah, no, es que este cuate sí está cañón”.

EC: Lo que me di cuenta es que el trabajo comenzaba a hablar por mí y que no importaba si yo tenía un bajo perfil o alto perfil. Eso no importaba. Básicamente el trabajo era lo que hablaba por mí y que cada corto en el tiempo de la escuela era como “ok, ahora hagamos esto, y ahora aventémonos a esto y ahora hagamos algo más ambicioso” hasta que vino la ópera prima, y entonces era como…

DB: A ver, no hay que entrar en eso, porque tengo una pregunta sobre Párpados, pero antes de eso, en estos momentos de “oye, hice este corto y le fue bien, hice otro corto y le fue muy bien”, ¿ibas sintiendo más presión de quedar bien con la gente o nunca fue un tema? O sea, a ver, si siempre me ha ido mal, pues bueno, no tengo que perder, pero si empiezo a acumular éxitos, a veces también es “no puedo romper esa racha”. ¿En tu cabeza qué pasaba?

EC: No, yo creo que más bien a ese planteamiento te diría que lo que me preocupaba mucho era como poder dar el paso a largometraje, o sea, no quedarme en un director cortometrajista, de “esos cortos están chidos, pero bueno, ¿qué pasa? ¿Podrá hacer una película? ¿Estará listo para ese paso? ¿Será capaz de sostener un cuento de hora y media, dos horas? ¿Interesará?” Eso era lo que me quitaba el sueño. Con mi tesis, que se llama Los no invitados, gano mi primer Ariel como mejor corto de ficción, y honestamente en ese momento dije “bueno, pues ya la ópera prima, venga. Pues aquí está el ganador del Ariel.” 

DB: Ya sentiste “tengo credenciales”.

EC: ¿Y entonces qué pasa? Que el CUEC hacía un concurso de óperas primas para producir una cada año, escogían tres proyectos y luego pues una de esas se producía, ¿no? Y entonces dije “no, pues ya, hombre” y que no me seleccionan, que no quedo ni siquiera en los tres. Y entonces fue así, “no lo puedo creer”, tenía un guión padrísimo, me encantaba Párpados azules.

DB: ¿Qué sentiste?

EC: No, no, pues coraje, encabronamiento, frustración.

DB: Ah, sí te pesó

EC: Durísimo, durísimo, porque era como “¿pero por qué no?” Tenía un guión ya muy trabajado y con talleres y me encantaba, pues. Pero la buena noticia es que… An aquel entonces, los resultados se publicaban el domingo en la mañana, en La Jornada, haz cuenta, ¿no? Entonces era no dormir, esperar que saliera el sol e ir al puesto hasta que lo abrieran y salir y buscar el resultado tal. Y bueno, ahí voy y entonces pues no, no está. Entonces ya le digo a mis socios, Erika Ávila, Luis Álvarez, que son mis compañeros de vida, a mi hermano también, que es el guionista, que no, pues no, no, no, no pegó. Y entonces en el entre el enojo y la energía y demás, dijimos “hagámosla nosotros” Y ese día decidimos fundar nuestra empresa. Y a partir de eso, bueno, nuestra vida cambió.

DB: A ver, no, pero entonces ¿qué pasó ahí? O sea, lo voy a hacer yo por mis pantalones, lo vamos a hacer. ¿Y qué pasa? O sea, ¿cómo empiezas a organizarte? Cómo empiezas a decir “bueno, vamos a hacer esto ¿de dónde sacamos lana”? ¿Quién le mete tanto?” ¿Cómo fue esto? Incluso con los actores, ¿no? Porque, si te entendí bien, también estuvieron como productores, ¿cómo fue este poder de convencimiento y el orden de las cosas? O sea, ¿cuál fue la conversación y cómo son tus socios y qué…? Porque si lo ves en retrospectiva, eras un morro. O sea, yo tengo 32 y cuando yo estaba estudiando hay cosas que yo sentía como “no, ya voy a solucionar el mundo” y lo veo hoy y me doy un poco de ternura, de qué ingenuo, pero qué padres ilusiones. No sé tú si hoy lo veas como “estábamos bien chavitos”.

EC: Pero justamente entre la juventud, entre las ganas, la necesidad, el hambre de hacerlo y los huevos, tal cual decir “pues hay que fundar una empresa, hay que ir con el notario, pero hay que pagar no sé qué”. Bueno, ahí juntamos cómo pudimos. Sabíamos que teníamos un buen guión, sabíamos que teníamos algo valioso para nosotros, aunque mucha gente no lo entendiera. Y lo que pasó es que el proyecto tuvo muy buenas estrellas desde el principio. Empezamos a ganar concursos, apoyos y demás y a convencer gente, a convencer, a convencer, a convencer, a convencer a Cecilia Suárez, a convencer Enrique Arreola, a Ofelia Murguía, a Luisa Huertas. Y nada, con mucha paciencia y con mucha convicción, digamos, de que podemos hacerlo.

DB: OK, a ver, eso es un barco que se puede hundir, te pudiste haber llevado a mucha gente en contra. ¿Cómo te proteges un poco de eso o cómo…? ¿Cuál es el planteamiento que le haces a estas personas de “vamos a hacer esto”, porque también en el mismo convencerlos de “va a ser algo muy fregón” si les dices que puede no funcionar también dices, “pues a lo mejor se bajan del barco”, entonces, ¿cómo es esa esa conversación, esa dualidad en motivar, pero al mismo tiempo ser realista?

EC: Yo creo que como director de cine asumido y como debutante en ese momento era tener muy claro que en la medida que te vean seguro y que sabes a dónde quieres llegar, que quién sabe si lo logres, pero bueno, por lo menos así lo tienes que vender. Y como decía antes, contagiar y involucrar y sumar. Y claro, una película del papel a la pantalla, bueno, puede pasar absolutamente todo lo que te puedas imaginar. Pero yo sabía, no sé, lo sentía y es una cosa como muy de intuición, de tripas, como decir “se puede hacer”. Era una película que estaba diseñada para ser una ópera prima, con pocos personajes, pocas locaciones que tenía un enorme reto de retratar a este par de seres grises solitarios.

DB: Sí, además es una temática… No es como de comedia o donde hay mucha acción, o sea, van pasando las cosas despacio. Hay estos momentos donde te emocionas y luego otra vez vuelve a cambiar.  O sea, no era una cosa que fuera a ser un éxito asegurado.

EC: No, en absoluto, en absoluto.

DB: Pero te fue muy bien, muy, muy bien. ¿Y qué se siente eso? O sea, una vez que te va muy bien con algo que dices “vamos a hacerlo nosotros, lo voy a hacer yo y tal”, ¿se te subió?

EC: No, no, en absoluto.

DB: ¿No te pasó lo de “vengo de ganar esto”? Cuando ganaste el primer Ariel, fue “nos fue muy bien en este cortometraje, entonces me merezco tal” y te da un bajón. Ahorita te fue muy bien en esto otro, ¿se te vuelve a subir o no te vuelve a subir?

EC: Yo creo que vas entendiendo cómo funciona esto. Yo siempre he dicho que nuestro medio amado es así. Es una rueda de la fortuna y un día estás arriba y otro abajo. Un día todos se acuerdan de ti, al otro día ya no se acuerdan de ti y entonces vuelves a comenzar. Y con Párpados azules lo que fue hermoso es que bueno, lo filmamos, todo salió increíble, fue un rodaje muy breve, de cuatro semanas y media con dos centavos, un camper para todos los actores, Cecilia Suárez se acordará muy bien de eso, pero con mucho amor y mucha fe en lo que estábamos haciendo y bueno, también te contaré algo que normalmente no he compartido. Necesitábamos dinero todavía para la postproducción, y entonces había la posibilidad de ir a aplicar a San Sebastián, que hay que tener una cosa que se llamaba, todavía existe, en construcción, que es para películas que están en proceso y que van compradores y distribuidores y demás para decir “yo le pago aquí, invierto aquí para tal canal o para mis salas y tal”. Y entonces, bueno, quedamos en esas selecciones en Sebastián, qué increíble, qué padre, qué guau, todos muy emocionados porque íbamos a San Sebastián a presentar la película.

DB: Sin postproducción.

EC: Sin postproducción, una copia de trabajo. Y yo creo que es la experiencia más aterradora, horrible que recuerdo que he vivido en el ámbito profesional, porque lo que hacen es que programan… Bueno, me advirtió la gente, no es público normal. Son distribuidores, inversionistas, agentes, compradores.

DB: Puro perro.

EC: O sea, es negocio. Van, ven, les interesa “chingón, me quedo”. Van, ven “no, qué hueva, me salgo”.

DB: Sí, no es por amor al arte, es esto va a funcionar o no va a funcionar.

EC: Exactamente. Y entonces me decían “la gente se puede salir, no te preocupes, no es la película, así funciona esto”.

DB: Uy, qué duro ver eso.

EC: Y entonces me acuerdo, gran presentación, la película mexicana tal, tal, tal. Y yo iba seguro porque bueno, la película me gustaba como estaba. Le faltaba trabajo y todo, pero estaba seguro de ella. Fue una tortura.

DB: ¿Cuánta gente estaba presente?

EC: Es una sala completa, es una sala de 300 personas. 

DB: ¿Y dices unas palabras antes?

EC: Presentas, en aquel momento estaba....

DB: O sea das la cara, das la cara y luego ves cuando se van saliendo poco a poco.

EC: Entonces presentamos mis socios y yo “bienvenidos, esperemos que les guste, no sé qué”. Empieza la película. Me siento en la primera fila, así para no ver a nadie. Y entonces, como al minuto 12 una butaca se levanta por allá, otra se levanta por allá y así de “no, me dijeron que así funciona esto”. Bueno, ya al minuto 40, 50 yo ya no podía más, ya. O sea, y así “por favor que esto se acabe, es más, ya no quiero hacer esto, ya no quiero dirigir”.

DB: Porque aparte tú ya la viste, estás más como que al pendiente de qué está pasando atrás de ti, si murmura la gente.

EC: Se acaba la película. Se prenden las luces. “Y ahora aquí los señores” y te pasan a una sesión de preguntas y respuestas. Nos dicen “oye, les sobra media hora tu película”, “oye, esa secuencia no funciona”, “oye, me aburrí”, “oye, quita la música” y entonces, bueno, así te vas haciendo minúsculo. Y entonces piensas “no le gustó a nadie, esto es un fracaso total, ¿qué voy a hacer? Ya está filmada, ¿ahora qué hago?” Y entonces mi proyección fue a las 12 del día y terminaba a la una y media o algo así. A las 2 había una comida para todos, todos los presentes de las demás películas y el jurado. Y dije “no, no voy a ir a esa comida”, o sea, qué oso. Y entonces me salgo, porque el complejo está frente al mar, maravilloso en San Sebastián, en un lugar increíble. Yo ya me quería ir a mi casa, ya no quería saber absolutamente nada. Y entonces llegó mi productor, Luis Álvarez y me dijo “oye, tenemos que ir a la comida”. Dije “no, no quiero ir, olvídalo, jamás me voy a parar ahí”. Y me dijo “vamos a ir, te vas a parar ahí, vas a sonreír, vas a platicar con todos y aquí no pasó nada”, “pero es que…” “pero es que ni madres, vamos”. Y entonces ahí entro y entonces estaba todo el mundo.

DB: ¿La gente iba así trajeada?

EC: No, porque hace calor y están todos muy cool, era un mundo más artístico.. Entonces ya me senté a la mesa por ahí con Luis, que era un productor. Y entonces pasó lo increíble, que es que la gente venía a la mesa y me decía “oye, me gustó la película, creo que le falta aquí, ¿por qué no pruebas esto? ¿Por qué no pruebas aquello? ¿Por qué no sé qué?” Y yo “sí, gracias”. Hasta que al final vino un querido amigo que se llama Javier Martín, que en ese momento representaba a Cannes. Me dijo “me interesa mucho tu película, quiero verla ya que esté en un cine de corte, pero estamos en comunicación y quiero que vengas a Cannes”.

DB: Qué contraste de lo que sentiste al principio.

EC: Y entonces dije “ok, pues de esto va aguantar vara, aguantar vara, aguantar los putazos”, tal cual, de saber que así son los procesos. Regresé a México, terminamos la película, hice caso de todo este feedback que recibí y le fue increíble. La verdad es que fue increíble.

DB: A ver, quiero hacer un énfasis en el tema de hacerle caso a lo que te dijeron. ¿Cómo sabes a qué sí hacer caso y a qué no hacer caso? ¿Cómo hacer caso sin traicionar a tu visión? Y te lo pregunto porque, por ejemplo, en el caso de Dementes de pronto hay gente que dice “duran mucho las conversaciones”, pero hay gente que dice “me encanta que duren mucho las conversaciones”, entonces siempre hay esta cosa de lo que a unos les gusta, a otros pueden no gustarles. En ese caso en particular, no nada más la opinión, sino la opinión de gente que tiene el recurso para decir “yo te echo la mano para que sí se vea o no se vea”, entonces es un doble interés ahí de “híjole, a lo mejor esto no lo quiero hacer, pero si le doy gusto, me va a dar el dinero y con ese dinero podemos terminar la película”. ¿Cómo lo veías ahí y cómo lo ves hoy?

EC: Sí, en ese momento, bueno, obviamente, súper receptivo y como intentando entender estas recomendaciones y demás y discutirlo mucho con los colaboradores y cómo decir “bueno, probemos, probemos, probemos, ¿qué pasa si quitamos esto, ponemos acá…?” y demás hasta decir “bueno, creo que esta es la que yo quiero contar, hasta aquí llegamos”. Ahora te podría decir que evidentemente bueno, hay más confianza o más seguridad de alguna forma o más claridad en cómo contar las cosas. Por supuesto, siempre va a haber opiniones y puntos de vista y sobre todo cuando estás en un esquema, una cosa es cine independiente que haces completamente como Dios te va a entender con los recursos que puedes encontrar. Otro esquema es el que de pronto hace una película como un estudio, por ejemplo, como con Netflix, y entonces he tenido la suerte de tener muchísima libertad o toda la libertad creativa, pero sabiendo que bueno, habrá opiniones que hay que escuchar, que hay que atender, que todo se puede discutir, comentar y demás, pero que finalmente no es tu película, así que tú pariste solito. Al final es una gran estructura que tiene que ver con este tipo de proyectos. Entonces, bueno, yo creo que de todos aprende. Pero bueno,  tu pregunta creo que en ese momento fue como decir “probemos todo, veamos cómo se siente”. Descubrí que en realidad esas recomendaciones tenían mucho que ver con lo que el guión decía, entonces era como regresar a la esencia del guión y bueno, afortunadamente funcionó.

DB: ¿Y en familia cómo funciona eso? Porque no es lo mismo con un socio o por ejemplo con películas más recientes donde a lo mejor no es el guión de tu hermano, pero cuando es el guión de tu hermano, ¿cómo es la conversación con un familiar de “a mí esto no me gusta”, “a mí esto sí me gusta”, “oye, pero es mi guión”, “oye, pero…” ¿cómo es eso?

EC: Intenso, muy intenso, muy intenso, complejo.

DB: Y para seguirse queriendo.

EC: Mira, en el caso particular con mi hermano, que es guionista y que bueno, hemos hecho varias películas juntos, de alguna forma, el cine fue una manera de comunicarnos como hermanos, entender que podemos a lo mejor no llevarnos tan bien porque somos muy distintos, pero que a la hora de ponernos a escribir o crear un proyecto era una forma como de estar en una comunicación creativa, productiva. Es el peor de los críticos, obviamente, desde los cortos, el peor de los críticos.

DB: Pero también puede decir “yo me lo imaginé diferente, yo lo escribí, me lo imaginé diferente”, ¿no?.

EC: Pues sí, compadre, pero una cosa es lo que está en el papel y otra cosa es ya la pantalla. Y entonces ahí sí creo que hay que tener siempre muy claro que una cosa es el guión y el guión deja de existir para convertirse en una película. Con mucho respeto a todos mis colegas guionistas que hablan del guión como una obra en sí, por supuesto, y que se edite y que se publique, y eso es una experiencia que puede ser como lectura, pero la responsabilidad de pasar eso a la pantalla es otra. Entonces, como hermano durísimo, complicadísimo, muchas discusiones, mucha bronca de alguna forma. Siempre bien, siempre todo por la película, pues. Hasta que el momento final es “bueno, yo soy el director”. O sea, y con mis productores igual  o mis fotógrafos, que dicen “no, pero es que el plano ahí lo cortaron”. Y sí, compadre, pero el cuento pedía esto.

DB: Sí, porque al final del día la gente dice que el director lo hizo mal o lo hizo bien. Sí pasa que cada vez es más consciente la gente de “ah, esta es la persona que hizo la fotografía”, pero antes era más marcado el  “al director le fue bien o le fue mal”.

EC: Siempre es un trabajo de equipo, siempre el cine no puede funcionar si no es un trabajo de equipo. Pero bueno, este si hablamos de la película que acaba de estrenar Amat Escalante en Cannes hace un par de días, pues es la película de Amat y todos queremos ver la nueva película de Amat. Que la fotografía tal o la actúa tal o no sé quién la produjo, bueno, Nico Celis la produjo, querido Nico, pero al final está esa responsabilidad del director de decir “eso es lo que yo creo y lo que siento y esta es la decisión”.

DB: ¿Ha pasado algún momento en el que digas esto no es lo que yo quería hacer con mis películas?

EC: Hasta hoy, no, no.

DB: ¿Por qué crees que ha pasado eso?

EC: Porque yo creo que hay mucho trabajo previo de las películas que llevo. Ahora son seis. Bueno, hice otra, la séptima que ya está en postproducción, pero digamos estas seis terminadas, por esas seis hay otras 20 que están guardadas o 20 que no sucedieron o 20 que están ahí en descanso, entonces, cuando decido emprender estos viajes es como “ok, ¿por qué? Porque me gusta la historia, los personajes, por el reto, por el género, porque voy a hacer esto, porque voy a probar aquello…”. Hay mucha preparación. Hay mucha responsabilidad también porque cuesta mucho dinero hacer una película y entonces desde mi punto de vista no podemos hacer o yo no estoy dispuesto a hacer ahí este “ay, se me ocurrió que…” no, no. Es una cosa muy reflexionada y trabajada y demás. Creo mucho en el trabajo del guión de escritura, por supuesto, pero tallereado con asesorías, con opiniones y demás. Y creo que es la mejor forma para llegar a un texto que esté listo para filmarse. Luego, lo que pasa en la filmación, bueno, ya es otra historia.

DB: A ver, quiero hablarte de El último vagón, pero antes de eso quiero saber por qué decidiste, hablando esto de tus decisiones y el por qué hacer ciertas cosas, ¿por qué decidiste hacer Sueño en otro idioma? ¿Por qué quisiste hacer esa película o ese guión?

EC: Fíjate que fue un caso muy particular porque mi hermano… Bueno, hicimos Las oscuras primaveras que es un guión de mi hermano Carlos. En cuanto se estrena, Carlos decide irse a vivir a… No es cierto, fue Párpados azules. Carlos se va a vivir a Europa, se va a vivir a Holanda y entra a un taller, a un laboratorio de guiones, increíble. Y entonces en ese guión desarrolla Las oscuras primaveras y me dijo “oye, pues un productor holandés me contactó para desarrollar un proyecto, lo voy a hacer, me gusta, es una historia inspirada en una noticia por ahí perdida de El País o de la BBC o alguna nota periodística que salió por ahí”. “Ah, pues qué bien, felicidades”. Y entonces me dijo “no, es sobre unos indígenas ahí y no sé qué”. Yo no me lo imagino, pero le digo “bueno, muy bien, suerte”. Meses después me dijo “oye, pues ya está el guión, ya tengo un tratamiento del guión y los productores te quieren invitar para que la leas y ver si es algo que te interesa”. Y yo “no sé, no sé, no sé… La voy a ver”. Y me encontré con un guión bellísimo que me sorprendió por completo con algo que jamás me había pasado por la cabeza y que por un lado me conectaba muy personalmente… Nosotros somos de Veracruz, mi abuela paterna era del Istmo, era tehuana, tal cual, hablaba zapoteco, y entonces era esta relación que yo no entendía como niño, no como de “pero ¿por qué no habla español? Háblame en español, abuela”. Y entonces era reconectarme con eso y entender pues todo lo que significan las lenguas y todo de lo que habla la película y que entendí que era un rato también que valía la pena hacer. También me pasó que cuando hablaba de la película era “¿y de qué va?”, “pues es la historia de dos hablantes que…”. “Qué hueva, qué aburrido suena esto”, “no, pero va a estar muy bien, va a ser muy padre porque tiene esto y aquello”. Y otra vez volver a convencer y convencer a todo el mundo. Y pues nada, pues es una película que nos enorgullece muchísimo.

DB: Además, estas películas son películas que no desde el principio te revelan lo que va a pasar, entonces son películas que van poco a poco desmenuzándose hasta que dices “ah, ya estoy entendiendo todo esto”. Y Último vagón, por ejemplo, que es hablando esto, sentí que estaba viendo una película como las que me gustaba ver antes, donde no hay una prisa por contar todo, ni hay una necesidad de contar todo al mismo tiempo en una hora, porque si no, ya no la van a querer ver, entonces la disfruté distinto. Pero luego empecé a ver las películas que tenías y también se puede ver que es un estilo donde el ritmo se va, ¿es consciente esta forma de llevar el ritmo de las cosas o es consecuencia de los guiones y de cómo están escritos? Porque es un ritmo que va un poco a contracorriente de lo que normalmente piden hoy, ¿por qué arriesgarse a hacerlo así?

EC: Pues porque sí, compañero, porque así son las películas o las que yo quiero hacer. Entonces la invitación es a abrir esa puerta y que el espectador se sumerja y no hay prisa, no hay prisa. Me parece… Vamos, siempre estamos muy conscientes del ritmo, de que evidentemente pasen cosas y sea como muy ágil de alguna manera.

DB: Sí, no dije lenta, es como disfrutarla, como poco a poquito con chocolate, no es comértelo de un trancazo, como ir saboreándolo, así la sentí.

EC: Totalmente. Y creo que efectivamente en todas mis películas he apostado a eso, no así en mis series, porque bueno, al final es otra historia y también está increíble probar esos géneros y esos formatos y demás. Pero entonces en las películas desde el guión, desde el libro, en el caso del Último vagón, es como decir qué increíble crear este universo para contar esa historia y conocer a estos personajes, qué increíble tener visualmente esta riqueza fantástica que nos dan lugares de Tlaxcala o de Veracruz o de Puebla donde filmamos, contar con el diseño de producción, que es un trabajo espectacular o la fotografía de Juan Pablo Ramírez, y eso y a la hora de editar trabajar con Jorge Macaya, que es un querido amigo editor español, ahora dirige también y es nada como decidir el ritmo, decidir cómo se tiene que contar el cuento. Y bueno, pues también apelar mucho a que se construya una emoción, finalmente, a que poco a poco empieces a conectar con la historia y con los personajes y los quieras.Entonces creo que la emoción se va construyendo y no hay que desesperarse, que hay que dejarlo fluir.

DB: ¿Te sentiste identificado a nivel personal con la película? O sea, sé qué tu mamá estuvo en el tema de la educación, pero ¿hay algo ahí que rescatas o que digas “personalmente me llegó un poco más” o lo viste tal cual como así está “hay que respetar lo que ya se escribió y listo”?

DB: No, yo creo que al final las películas son un retrato fiel de los directores en la medida en que el trabajo es honesto, y me parece que cada una de las películas, en el caso de las mías, me muestra tal cual y estoy en todos los personajes y todas las decisiones están tomadas por mí con mis colaboradores, pero para bien y para mal. Entonces, en el caso del último vagón, bueno, por un lado, evidentemente la relación con la maestra que mi madre, bueno, pues dedicó 40 años de su vida a eso, originalmente en el libro es un maestro y lo decidimos cambiar a la maestra Georgina. Y por otro lado, una parte interesante para mí era como trabajar con estos chicos que están en la preadolescencia, en un momento de descubrimiento, de sentir que las amistades son para toda la vida, que son lo más importante, de descubrir la posibilidad del amor también, aunque no lo entendamos así, y eso, como básicamente escarbar en los recuerdos y en decir cómo viví yo esto y cómo le explico a mis jóvenes actores lo que necesitamos lograr, cómo recrear ese México que es otro México, de en algún momento de los años 70 más o menos, aunque es un poco atrapada la película, pero bueno, está ubicada más o menos en los 70 y algo, por lo menos una parte, y eso, o sea como que me sentí completamente conectado a la historia de cada una de las cosas que pasan.

DB: Ahorita mencionas el tema del amor, ¿cómo entiendes el amor, cómo ha cambiado tu percepción del amor con los años? 

EC: Mira, lo que te puedo decir es que a ver, por un lado, hubo un momento en que yo decidí, fue una decisión, consagrar mi vida al cine, el momento en el que dije “lo quiero hacer y lo voy a hacer lo mejor que yo puedo hacerlo”, y eso significa, bueno, pues todo el trabajo y todo lo que hemos platicado, pero paralelamente pues mis relaciones han sido cruciales. Y entonces a tu pregunta de cómo entiendo o cómo vivo…

DB: Sí, cómo entiendes para ti que es el amor y cómo lo vives, cómo lo has visto y cómo ha cambiado tu forma de vivirlo tanto, como dices, a nivel trabajo, a nivel madurez.

EC: Todo se mezcla, todo se combina. Ha sido mi forma de vivirlo, lo he vivido plenamente, plenísimamente y cada una de mis relaciones que han sido muy importantes y muy largas pues también están en las películas. Ahí están. Nadie lo sabe, pero ahí están.

DB: Pero a ver, una duda, hablando del tema del amor, ¿cómo balanceas…? Pues a ver, la vida de un director a veces es muy intensa, muy ocupada, no nada más “ya filmé y listo”, es “ya grabé, ya se publicó y ahora estamos haciendo esto mientras estoy trabajando en la otra cosa que ya se va a publicar y en la otra cosa que se está produciendo y tal”. ¿Cómo ha sido para ti esa forma de balancearlo, que acuerdos has tenido que hacer contigo o con quien estés para decir “bueno, a ver, de esta hora a esta hora estoy trabajando o no”? ¿Hay algo y cómo ha cambiado? Si al principio no te está funcionando, ¿cómo has hecho para que te funcione? Y también mi pregunta es un poco también egoísta, porque yo estoy casado, tengo dos hijos, por tener el tercer hijo, y de pronto hay cosas como esto, vivo en Monterrey es venir acá y es un poco así. ¿Cuáles son los tips de cómo balancear la vida personal con la vida laboral?

EC: Es muy difícil separarlo. Yo diría que nunca se detiene, que puedes tener espacios, por supuesto, creo que tiene que estar muy claro cuál es la dinámica de tu trabajo, no de una forma egoísta, sino simplemente como de encontrar la comprensión de esa otra parte, de saber que habrá periodos muy intensos y de mucha euforia y habrá otros periodos bastante…. No quiero decir oscuros porque nunca ha sido terrible, pero sí de duros, como de no tener la historia que quieres o no lograr levantarla o tener la incertidumbre de si vas a conseguir o no los recursos para el siguiente proyecto. Y también el monotema, “se me ocurrió tal porque pensé tal, porque leí tal, porque escuché tal” y dicen “ya para, por favor”, pero sí se convierte inevitablemente en un monotema, pero creo que por eso tienes que encontrar a esa pareja que está con la apertura suficiente como para decir “bueno, este cabrón funciona así”. De pronto podemos decir “bueno, ya basta”, pero de eso va, de eso va. Y como te decía antes, el momento en que decidí consagrar mi vida a mi trabajo, no quiero decir esta consagración como de monje, quiero decir como de una convicción total. Hasta ahora pues ha sido así con mis relaciones y creo que ha funcionado.

DB: ¿Cuándo lo decidiste?

EC: El día que me quedé en el CUEC, en la escuela de cine. Ese día dije “no hay marcha atrás, no hay marcha atrás”.

DB: Bueno, y a nivel personal, ¿cómo evitas el burnout? ¿Cómo evitas incluso la presión, el decir “hoy hay un proyecto, pero mañana no sé, para este proyecto es el presupuesto, es lo que conseguimos, pero se acaba y tengo que estar lo que sigue”? ¿Cómo administras eso a nivel emocional, en nivel de salud mental? De decir que no es como que tengo un sueldo fijo para siempre. Y que no afecte tu chamba creativa, porque dices “oye, yo sé que voy a acabar esto y no sé qué viene adelante, pero no puedo estar pensando en eso”.

EC: Yo creo que al principio estaba concentrado solamente en un proyecto y entonces todo quedaba en torno a esa película. Ahora no, ahora al final creo que afortunadamente la experiencia me ha dado la posibilidad y la capacidad de estar en varias cosas a la vez. El año pasado hice dos series y dos películas. En algún momento se empezaron a empalmar y era una locura total, pero qué te digo, es la emoción total y la adrenalina y decir “me cambio de este universo a este otro y ahora ver qué…”, porque hice Belascoarán, Tengo que morir todas las noches, El último vagón, entonces creo que lo que más me emociona es justamente eso. Evidentemente nunca sabes qué va a pasar, nunca tienes la seguridad de que van a pasar, porque hay proyectos que están muy avanzados y de pronto se detienen y otros que están por ahí parados y de pronto ya se echan a andar, otros que aparecen y no habías imaginado que aparecieran por ahí, entonces es eso. Y también como tratar de bueno, yo soy muy disciplinado también para hacer ejercicio, comer, no fumo, medio bebo, pero siempre como digamos, intentando tener un equilibrio, porque si no te puede llevar el tren muy fácilmente.

DB: ¿Te has vuelto a emocionar con un proyecto tanto como lo hiciste con Párpados azules? Que tengas esa onda de “va, esto es all in”

EC: Te lo voy a decir, y nadie lo sabe, o lo saben dos personas, me acaba de pasar hace dos semanas. Me pasó algo que hace muchos años que no vivía, eran las once de la mañana, jueves en mi casa, no sé qué, recibo un mensaje de mi hermano. “Hola, ¿cómo estás?”. Mi hermano siempre es como telégrafo. “Hola, ¿cómo estás? ¿Puedes hablar?” “Sí”. “Hola, ¿cómo estás? Oye, escribí un guión y es para ti y quiero que lo veas y te va a encantar”. Le dije “órale, chingón”. Hace muchos años, digamos, el último guión que filmé de mi hermano fue Sueño en otro idioma. Ya pasaron siete años. Después de eso, hice otras películas con otros guionistas y dije “que increíble, ojalá me guste”. Y nada, volvió a sentir justamente eso que mencionabas. Esa historia increíble de lo que no me hubiera imaginado filmar y ahora estoy decidido a que sea mi siguiente película.

DB: ¿Eso puede pasar en cuánto tiempo?

EC: Bueno, de Sueño otro idioma, que fue un guión que se escribió durante casi seis años a este nuevo proyecto pues ya pasaron como siete.

DB: Sí, pero me refiero de hoy que dices que te emociona, ¿cuánto tiempo nos vas a tener con el suspenso para poder ver eso? ¿Cuántos años calculas para que pase algo así?

EC: Yo, optimistamente hablando, creo que en un par de años.

DB: Qué difícil es eso de aguantarte tanto tiempo en un par de años. Y aparte, cuando ya está grabado también y no poder compartirlo. ¿Te desprendes un poco de las cosas cuando ya las haces, incluso antes de que salgan en el cine?

EC: Tienes que soltar. Es decir, siempre te van a acompañar. O sea, Párpados azules cumplió ya 16 años de haberse estrenado, pero siempre va a estar conmigo. Finalmente, justo el 21 de mayo, que fue hace unos días, se cumplieron 16 años de haberlo estrenado en Cannes y cómo olvidarlo y cómo no agradecer esa experiencia, agradecer esa película. Entonces llega un momento que sueltas el proyecto, sueltas ahí está la película y tendrá su vida propia, pero de alguna forma siempre te va a acompañar y siempre va a estar ahí contigo.

DB: Y hablando de cosas que te gustan, ¿qué fue tu parte favorita del Último vagón? De lo que sea, el proceso, de la experiencia completa, lo que digas “esto es lo que más me gustó o lo más memorable para mí”.

EC: Yo creo que el reto de la adaptación, o sea…Vamos, de algo que lees y que dices “¿esto como podría verse?” A filmarlo obviamente y luego a verlo y luego a sentir que efectivamente la película provoca lo que pensé que podía provocar, en términos de conexión, de emoción y demás y del reto de los niños, que nunca lo había hecho, trabajar con chicos, de empujarlos, de motivarlos, de disciplinarlos también, de tener un monstruo como Adriana Barraza y que se ponga en tus manos y que diga “usted, dígame lo que tengo que hacer”, y por otro lado, también, digamos, en términos más formales o más concretos o tangibles, haber tenido la posibilidad como de esta producción con esos recursos y de construir estos trenes, estos sets e ir a filmar estos sitios y como decir “aquí necesitamos 150 extras” y que digan “sí, cómo no”, porque normalmente es como “híjole, que sean 30”. Acá no, es una estación de tren, entonces agradezco mucho esa oportunidad y vamos, estoy muy contento con lo que se ve en pantalla y creo que es mi parte favorita.

DB: ¿Cuál ha sido, Ernesto, uno de los peores consejos que te han dado? Lo hayas seguido o no.

EC: ¿Profesionalmente o en la vida?

DB: En cualquiera de los dos.

EC: Quizá quien te recomienda que seas más mamón, que te des ahí, como que le echas más crema a tus tacos y que luego te das cuenta que esa no sirve de absolutamente nada. A nadie le importa, qué hueva. Eso creo que es lo que me viene a la memoria en este momento. O también, como al principio está postura de “solamente voy a hacer mis películas porque yo soy un autor y porque no sé qué”. Pero a mí lo que más me gusta es filmar, yo vivo en el set, ese es el momento más pleno, entonces de pronto, cuando recibo invitaciones a proyectos y demás y que realmente me gustan o las series, pues que de pronto dices ah, “qué tal este género, estas posibilidades con estos actores y demás, hagámoslo”, entonces nada, creo que hay que estar abiertos o yo estoy abierto siempre y eso que me mueven las tripas es lo que hago.

DB: ¿Alguna vez sentiste que te estabas traicionando al principio con eso de decir “ven a hacer una serie”, “no, no quiero hacer una serie”? ¿O siempre fue esta mentalidad de “qué chingón, lo voy a hacer la primera vez”.

EC: La primera vez, porque digamos yo termino Sueño en otro idioma, mi hermano me dice que está en un proyecto misterioso que no me puede decir, porque es muy misterioso, muy misterioso, muy secreto, y yo “bueno, qué padre” Y “me voy a Los Ángeles a escribir, no sé qué”, “va chingón”. Y meses después me dice, muy secretamente, “es una serie sobre el Chapo” y yo “qué bien suena bien, qué bueno”. En ningún momento se me pasó por la cabeza dirigirla, hacerla. Tiempo después me dice “oye, pues van a empezar a buscar directores, ¿te recomiendo?” “Pues tú recomiéndame, pero no me van a contratar”.  Y bueno, meses después, ya después de muchas conversaciones y demás, me hacen la invitación oficial a dirigir El Chapo con otros colegas. Y yo decía “no sé”.

DB: O sea, te habían invitado y todavía no estabas seguro. 

EC: No, no había aceptado. Estaba pensándolo muchísimo, venía de Sueño en otro idioma, entonces… Sobre todo porque en ese momento pensé que era una narcoserie, entonces ¿cómo por qué hacer una narcoserie? Tenía muchos prejuicios alrededor hasta que leí los primeros tres capítulos y dije “está muy bien, está muy bien”, y era en Colombia y era aprender otro lenguaje y otras formas y demás. Entonces se me quitaron, se me curaron.

DB: ¿Algún proyecto que creas que valga la pena resaltar o hacer énfasis ahorita?

EC: El año pasado hicimos una serie que se llama Tengo que morir todas las noches. Es una serie que puedo decir que es la primera serie queer de Latinoamérica y la primera serie obviamente mexicana y es queer porque no es gay, es una serie que habla sobre un espectro tremendo de personajes durante, digamos, el periodo underground ochentero gay en el Distrito Federal. El epicentro es el bar El Nueve que estaba en la zona rosa y tuvimos la fortuna de tener mucha libertad para contar esta historia que está basada en un libro de Guillermo Osorno, que es Tengo que morir todas las noches. Y convocamos a actrices, actores e homosexuales, lesbianas, transexuales, no binarios, bisexuales, heterosexuales, por supuesto. Y creo que es importante porque son otras historias, son otro tipo de personajes que hay que ver en pantalla, que tenemos que normalizar también y que nos da la oportunidad también de conocernos más. Entonces son ocho capítulos, están increíbles. Me encantan además con música ochentera, con los hits y con todo el look y demás y actores padrísimos. Así que nada, aspiro y espero que cada vez haya más apertura para estas otras historias. Hay ejemplos increíbles en otros países como It's a Sin en Inglaterra o Veneno de España y otras más. Pero bueno, México tenemos tenemos Tengo que morir todas las noches y nada, ojalá conecte con mucha banda.

DB: Regresando a las preguntas, ¿cuál ha sido uno de los mejores consejos que te han dado?

EC: Uno, no perder el piso, dos, tener esa capacidad de adaptación y de flexibilidad, porque de eso se aprende también y creo que ha funcionado. La verdad es que eso es ahí como que...

DB: Perdón que te interrumpa, pero me recuerda a la salamandra lo que mencionas, que sale en esta película y sale la playa Salamandra. ¿Tiene algo que ver o es casualidad nada más?

EC: No, es casualidad. La verdad es que Carlos, mi hermano, se inventó en Párpados azules que el viaje era a playa Salamandra. Después lo retomamos en Cosas imposibles , ¿no? Que por ahí también aparece. Y nada, es como esos chistes locales personales que están por ahí vivos. Y en el caso de El último vagón, pues bueno, venía en el guión, en el libro tal cual, pero no era una salamandra, era otra cosa originalmente. Nosotros le pusimos Salamandra después, entonces como lo de adáptate y fluye.

DB: ¿Te identificas con eso?

EC: Sí, sí, sí, totalmente. Y creo que de eso va también la posibilidad de sorprenderte y como de vivir cosas que no había pensado en mi trabajo como director, de lo que más me gusta es esa posibilidad de sorprenderme y decir “mira, no me hubiera imaginado hacer El Chapo, pero lo hice y me encantó la experiencia”. Hice tres temporadas y fue increíble. Y nada, de pronto me llegan historias o cosas que digo ¿por qué no?

DB: ¿Pero crees por ejemplo, en las señales, en el destino o crees en algo religión o algo así?

EC: No soy particularmente católico, mi familia es católica. Creo que hay algo. Apelo mucho como a pues más que nada a la intuición, no sé si las señales precisamente, pero eso, como creer y fluir y nada, siempre estar como muy abierto.

DB: O sea, te lo pregunto por esto que mencionas de “bueno, pues no me imaginé que iba a hacer El Chapo, pero lo hice y tal”, pero es esta cosa que si bien ustedes la están poniendo en el guión de la salamandra que se repite, pero al final sí tiende a ser esta cosa que se identificó con eso. Y es que los proyectos en los que has estado es por… Tenías que haber estado ahí por algo más grande que tú, ¿no? Como decir el destino o lo que tú quieras. ¿O crees que tú vas construyendo eso, esa suerte o ese destino lo vas armando tú?

EC: Creo que es muy complejo. Creo que las cosas se van acomodando, hay proyectos en los que iba a estar y no estuve o en los que quería estar y no pude, hay películas que siempre he querido hacer y que todavía no se han logrado. Entonces confío en que las cosas vayan acomodando, y como también lo que mencionábamos antes como de soltar y como decir que hay que ir fluyendo. Estoy convencido de que, bueno, la vida es una y es corta y de pronto cuando te das cuenta que pues te puede atropellar un camión o te puede dar un paro cardíaco o te puede caer un quién sabe qué, hay que pasarla muy bien, hay que disfrutarlo al máximo, no hay que tener tanto rollo en la cabeza, tantas telarañas y fluir.

DB: ¿Cuál es un consejo que tú antes dabas como un buen consejo y que ya con la experiencia ya no darías, ya no consideras que sea tan buen consejo?

EC: Le decía a un buen amigo hace algunos años… Siempre decía que somos muy privilegiados por estar haciendo lo que estamos haciendo. Lo sigo pensando así, pero ese privilegio tiene que ver básicamente con el trabajo, no con la suerte, eso vale pito. Más bien es el trabajo y sobre todo la conciencia, me parece, de cómo reinventarte, de cómo seguir aprendiendo, creciendo. En ningún momento puedes confiarte y decir “chingón, ya estoy bien”. O sea, para nada, porque pues somos muchos y vienen nuevas generaciones. Y creo que siempre hay que estar como muy alerta, de qué puedes hacer para eso, crecer, aprender y reinventarte.

DB: ¿Qué piensas o qué tienes en mente cuando piensas en reinventarte? ¿Qué significa o qué tipo de cosas tendrías que hacer para mantenerte vigente?

EC: Aprender, aprender, no aferrarme a…. Me han tocado cambios importantísimos en todos estos años, como de “no, yo siempre voy a filmar en 35 milímetros porque el cine se hace en 35 milímetros y el negativo y la chingada y la cámara, el sonido y el revelado”. Pasamos al digital y fue como “ok, ¿cómo aplicamos el formato digital, cómo entendemos, técnicamente hablando, narrativamente hablando”. Me pasó también con que “no, el cine es para verlo en las salas y que sean las películas para verlas en una sala, en la experiencia colectiva, en la oscuridad”. Todo ha cambiado y entonces de pronto descubrir, por ejemplo, lo alucinante que es que una película como El último Vagón se estrene en 190 países el mismo día, cuando mi primera película era ir de festival en festival ahí, y luego tener una corrida comercial de 30 copias en todo el país a el potencial de 200 millones de espectadores que podrían ver tu película. Es una locura. Entonces hay que eso, entenderlo, aprender, aprender básicamente.

DB: ¿Qué opinión tienes que poca gente comparte contigo?

EC: No sé. Quizá de pronto creer tanto en la disciplina, me parece. Hay quien cree en su talento, hay quien cree en su visión. Yo creo, sí, todo muy bien, pero creo en la disciplina, creo en el trabajo. Creo que, como te decía muy al principio, en el momento en que me di cuenta que yo soy lo de menos, lo que importa es el trabajo, que las películas… Finalmente yo voy a morir, todos vamos a morir, pero las películas ahí se van a quedar, entonces creo que tiene que ver con eso. ¿Qué historia vas a contar, cómo la quieres hacer, cómo lo vas a lograr? Y todo el trabajo que hay detrás, pues, entonces creo que eso.

DB: Quiero regresar, aprovechando que tú mismo regresaste al principio de la conversación, sobre el tema de creértela y de “ya soy director”. Una cosa es decir “ya soy director”, otra cosa es creértela. ¿Te pasó a ti al mismo tiempo o hubo una onda de decir “ya prendo el switch y ya soy director” o “quiero creérmela, sin embargo, todavía no me la creo el 100 por ciento”? ¿Cómo fue? Y es como consejo para mí también de decir “a ver, ya me dedico esto” y digo “pues tengo un podcast, entrevisto gente”, “¿ eres entrevistador?”, “no” “¿eres periodista?” “no”, entonces a partir de que uno dice “sí, sí, soy y soy un chingón”. ¿Cuánto tiempo pasa para que te la creas realmente, de decirlo a que suceda?

EC: Pero cuando hablamos de creérmela, hablábamos de ese proceso como creador que está en formación y que tiene que creerse, asumirse pues, ¿no? Tengo que verlo así. De creérmela de que porque ya soy el más no, no, no, eso no ha pasado, espero que no pase porque bueno, pues hay un chingo de gente a la que admiro, directores, directoras que, bueno, quisiera estar yo en esos niveles y con esa capacidad y ese talento, esa visión tal. Y la otra parte, pues es la profesional, que es de director, ¿no? Y entonces decir… Desde muy temprano, digamos, por ahí de segundo año de la escuela, tercer año de la escuela hice un cortito en una cosa que se llamaba el ABCDEF audiovisual. Hicieron unos cine minutos y nos empezaron a varios directores cines, chiquitos todos, estábamos muy, muy, muy chavos, pero uno de sus directores era Pedro Torres, la leyenda publicitaria. Y entonces, cuando ve mi corto, me dijo, “oye, Contreritas, me gustó mucho tu corto. ¿No te gustaría venir a trabajar conmigo?” “Por supuesto, claro que sí”. “Vente a la oficina el lunes”. Y entonces yo estaba muy chiquito, y me dice Pedro, a quien estoy muy agradecido. “Oye, pero entonces a ver, ¿qué te gustaría hacer?” “Pues dirigir, ¿cómo que qué me gustaría hacer, no?” Pero eso te aseguro que fue como un “ojalá me la compre y ojalá me crea”, y entonces me dijo “vas a dirigir”.  Entonces ya Pedro fue quien me dio la primera oportunidad de dirigir y a partir de ese momento fue como decir “no voy a volver a asistir, tengo ahora sí que venderme como director y ya nunca, nunca volví a asistir”

DB: ¿Y te tocó perder oportunidades? Como cuando alguien dice “yo hago cuadros de pinturas, ya vendí una por tanto y ya no puedo venderlas más barata porque si no se devalúa”. Y entonces es “hoy no tengo para comer porque no me han comprado las nuevas, pero no puedo bajarme de esto”. ¿Para ti fue similar el decir “bueno, ya no voy a asistir, aunque no haya todo el tiempo chamba, no me regreso”.

EC: Lo que pasa es que mi querido Pedro me empezó a dar videoclips, se hacían muchos videoclips en esa época, y entonces era pues a lo mejor artistas que no me gustaban tanto. Otros que sí, unos que no, unos más, unos menos. Pero eso fue finalmente pues pagar derecho de piso, aprender que me comprarán como director después de hacer publicidad con él. Después, bueno, ya la vida cambió y pasaron muchas cosas. Pero digamos, a tu pregunta de creértela como director y a decir “bueno, sí soy director”, me parece que profesionalmente ese fue el momento de “ok, ya no me marcho atrás”. Y hasta el día de hoy.

DB: Hacia adelante, ¿qué te da mucha curiosidad hoy? ¿En qué piensas mucho constantemente? Ya sea en lo personal o en el trabajo o proyectos, ¿qué te da curiosidad hoy?

EC: Creo que todo tiene que ver con esos retos profesionales, creo que todo tiene que ver con…. Yo siempre pienso en películas, las series también, pero siempre pienso en películas y siempre es como ¿cuál es esa historia que sigue? ¿Qué me gustaría contar? ¿Qué me gustaría transmitir? Creo que por ahí, por ahí.

DB: ¿Y tienes algún proyecto hoy que te dé mucha ilusión a hacer o que te tenga especialmente concentrado en eso?

EC: Sí, varios. Uno es el que te comentaba mi hermano, que es un guión suyo y que nos encontramos ahora para colaborar nuevamente. Hay una serie también que tenemos juntos que hace siglos que estamos desarrollando y que es una ilusión tremenda de hacerla. Es una serie de ciencia ficción, me enloquece la ciencia ficción, pero bueno, es complicado. Pero nada, me ilusiona tremendamente poder explorar esos terrenos que todavía no he tocado.

DB: Libro, película, documental o serie que haya marcado para ti un antes o un después. No que me digas uno de cada uno, pero si hay alguno de estos que sí sientas “me voló la cabeza, me hizo pensar de forma distinta” o “me cambió la forma de vivir mi vida o de entender la vida”.

EC: Voy a empezar por el cine. Creo evidentemente que ha habido películas muy importantes. Para mí, la Biblia ha sido y seguirá siendo 8 1/2 de Fellini. Sin embargo, el día que vi una película muy chica por ahí, que poca gente conoce que se llama Café Bagdad, que había una muestra de la Cineteca, creo que ese día fue el que decidí que yo quería hacer eso y que eso que me estaba pasando a mí en el cine frente a la pantalla, llorando, pero no por eso, sino como de conectarme por completo con la historia y los personajes y demás. Es decir, qué increíble que una pantalla nos pueda generar eso y recuerdo con mucho cariño esa película, por ejemplo. Documentales muchísimos. Hay uno muy, muy particular que vi estando en la escuela todavía que era Paris is burning, sobre estos burdeles en Nueva York. Otra película que me marcó también muchísimo es Ven y mira, la película rusa sobre la guerra, increíble. Libros no podría decir uno solo pero sí, siempre he estado como muy marcado por películas, libros. Y no sé si hay series que me haya cambiado la vida, fíjate, pero no sé, cuando redescubrimos el género, redescubrimos que las series tienen este formato también tan exitoso como Mad Men o Breaking Bad, ¿no? Y que de pronto fue decir “se pueden desarrollar historias en tantas horas de contenido y conocer a los personajes así y demás”. Fue como redescubrir el género.

DB: Sí, porque son películas grandotas, ¿no? 

EC: Sí, digo de horas y horas en las que tienes oportunidad de desarrollar tanto los personajes y encariñarte con ellos y quererlos.

DB: Perfecto. ¿Lección más memorable que te han dejado tus padres?

EC: La humildad. Humildad, humildad, compañero.

DB: ¿Cuál es una de las mejores experiencias en tu vida? Una experiencia que constantemente regresas. No me refiero a todos los días, pero que cada cierto tiempo vuelves a eso.

EC: Yo creo que hay una que me marcó profesionalmente, que es cuando con Párpados azules…. Digo, siempre supimos que el cine nos conecta, nos comunica, es la posibilidad de contar estos cuentos y tal, pero me pasó algo increíble en Tokio. Estábamos así, la Suárez y yo en el festival de Tokio. No sabíamos cómo iba a ser recibida la película, no sabíamos nada. Llegamos a la sala y ya estaba comenzada la proyección. Silencio absoluto, el público nipón inexpresivo. Y así “¿la entenderán? ¿No la entenderán? ¿Les gustará? ¿No les gustará.” Y bueno, ya terminó la película. Un aplauso bastante discreto. Se levanta una mano por ahí y entonces un joven japonés, un joven, joven tokyano dice “acabo de ver mi vida en pantalla”, entonces fue ¿cómo este joven tokyano se identifica con estos chilangos en la Ciudad de México tal? Y es como lo fantástico, lo mágico del cine y de lo que las películas pueden provocar y de cómo para mí me da esa oportunidad fantástica de conectarme con el otro mundo, conectarme con el otro través de la pantalla. Creo que eso es lo más valioso que nos puede dar una película.

DB: ¿Cuál ha sido una de las mejores experiencias pagadas que has vivido? O sea, algo a lo que la gente pueda tener acceso. Un ejemplo: para mí, una de mis mejores experiencias a la cual la gente puede acceder es Sleep No More, que es esta obra inmersiva en Nueva York. Ver eso me voló la cabeza y dije “¿cómo existe esto?” Fui una vez y la volví a ver con mi esposa porque me gustó mucho. Me refiero a eso, una experiencia pagada que puede ser desde un boleto de cine o algo como “fui a Dubai”, pero no importa, algo a la que la gente pueda acceder, que te haya volado la cabeza.

EC: Pues diría que conciertos… 

DB: Pero una cosa en particular. No se valen genéricos aquí, no es algo en especial, “esto valió mucho la pena o fue un…”

EC: Pues fíjate que en mi gusto culposo de algunos musicales, un día vi que estaba anunciada la nueva puesta de Sunset Boulevard, que es un musical Andrew Lloyd Webber, en Glenn Close en Londres por una temporada muy corta y dije “yo la tengo que ir a ver e invitar a mi mamá”. Y nada, básicamente fuimos al teatro a ver eso y fue alucinante.

DB: A eso me refiero. ¿Qué estigma crees que la sociedad debe superar ya?

EC: Bueno, hay muchos. Me referiría básicamente a la diversidad y la libertad de identidades. Me parece que estamos bastante tarde en eso, sobre todo en nuestro país, y que hay que trabajar en ello.

DB: ¿Que es que es algo que la gente tiende a decir y que para ti es bullshit? 

EC: La convicción de que vivimos en una sociedad binaria. No es así. No lo hemos querido ver, no la hemos querido aceptar y creo que es una cerrazón terrible que lastima a mucha gente y que si nos relajamos un poco todos, la pasaremos mucho mejor.

DB: Si pudieras saber la verdad absoluta de algo, ¿qué preguntarías?

EC: Me urge el contacto extraterrestre, me urge, estoy convencido de su existencia, por supuesto, pero ya, ya, por favor, ya no quiero ver más lucecitas, ya vengan. Y nada, si hay algo más allá de la muerte.

DB: Última pregunta: de todo lo que has vivido, tanto en lo personal como en lo laboral, has tenido un montón de aprendizajes. Si tuvieras que quedarte con tres aprendizajes que quisieras tener siempre presentes que marcaran este norte para ti. ¿Cuáles serían?

EC: Creo que confiar, o sea, confiar en tu intuición, confiar en que eso que decides seguramente sea lo correcto para bien o para mal, no dejar de creer y que por más madrazos que te dé, ahí viene la siguiente oportunidad y todo va a estar bien.

DB: Quiero una pregunta extra, una extra nada más. ¿Qué películas o que directores, directoras son esos que tú dices “ojalá más gente supiera que eso existe”? O tendría que venir en el currículum para como en su momento te dicen que leas el  Quijote o Catcher in the rye , de esas que dices “tendría que estar esto en todos…”  En general, no para una edad en particular, es decir, “si todo mundo viera esto, el mundo sería mejor”.

EC: No sé, no sé, tendría que pensarlo mucho porque son demasiadas ideas. Comenzará por decir que hay que ver más cine mexicano, comenzará por decir que hay muchas películas y directores y directores valiosísimos que no tienen el reconocimiento que deberían.

DB: A ver, de esos dime un par.

EC: Eh, bueno, no voy a decir los no reconocidos porque no saben...

DB: No, de los que sí, o sea, de los que sí crees que tú valgan la pena.

EC: Pues mira, me regresaría desde Gavaldón hasta no sé, gente como Gerardo Naranjo, Fernando Emke, Tatiana Huezo , Rodrigo Plá , por ahí.